La forma cónica de nuestros ojos no es casualidad, como tampoco lo es que podamos moverlos independientemente. Con ellos podemos detectar la presencia de nuestra presa en un pispás. En seguida nuestra mente hace unos complejos cálculos relacionando la distancia a la que se encuentra nuestro objetivo, el ángulo y la trayectoria.
Nuestra lengua es un arma casi infalible, con su longitud y su agarre es la aliada perfecta a nuestra agilidad con los cálculos y nuestros ojos. Así que no nos hace falta movernos mucho, preferimos quedarnos quietos durante horas hasta que nuestra presa pase cerca.